Para mi una de las mejores virtudes que pueden adornar a alguien es la tolerancia. En el tren ese ejercicio es continuo. Resulta cuando menos incomprensible, que esa misma tolerancia no se da en la capacidad de entender los argumentos, las opiniones y las actuaciones de los demás sin compartirlas obligatoriamente pero siendo capaz de asumir su existencia desde el respeto. Se trata de algo tan escaso que resulta ciertamente exótico hablar de ello en el que todo el mundo se atribuye la razón, con la intención de negársela al contrario. Es una pena que con alguna gente eso suceda, son los "valientes", que se suelen escudar en la opinión mayoritaria imperante y arremeten toda su ira, por sus mediocres vidas, en solo una persona. El infierno, decía Sartre, son los otros, pero si no dejamos anidar ni un ápice de esa ira en nosotros, por medio de odio, rencor o venganza, esa ira, se volverá contra ellos, haciéndoles cada vez mas ruines y miserables en su hazaña.
Merece la pena practicar la empatia, ponerse en la piel del otro, tal y como se da en un medio de transporte como el tren, pues la tolerancia se basa en el respeto y este en la convicción profunda de que los demás también cuentan.